Un tiempo de guerras by Lauro Martines

Un tiempo de guerras by Lauro Martines

autor:Lauro Martines [Martines, Lauro]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2013-10-01T04:00:00+00:00


CARROS Y CABALLOS

En 1522, Enrique VIII de Inglaterra, aliado del emperador Carlos V, hizo embarcar a diez mil soldados con destino a Calais[20]. Al arribar a sus playas, el 20 de agosto, marcharon hacia el interior con provisiones para no muchos días hasta llegar a Doullens, a unos ciento doce kilómetros de distancia. Una vez allí, se agotaron los víveres. Calais y Saint Omer disponían de «vituallas a montones», pero los empleados públicos encargados del abastecimiento no podían hacerlas llegar al frente por la escasez desesperada de caballos y carros. A principios de octubre, diezmadas sus filas por obra de la deserción y las enfermedades, el ejército de Enrique emprendió la retirada a Calais, adonde llegó humillado el 15 de octubre.

Lo más llamativo es que un año más tarde volvió a repetirse una secuencia de acontecimientos casi idéntica. Otros diez mil soldados británicos se encontraron sin alimentos y aún sin munición, debido, una vez más, a la mala gestión del transporte y los carros de aprovisionamiento, después de desembarcar en Calais a finales de agosto y llegar a Boulogne con la intención de sitiarla. El resultado fue, de nuevo, la retirada a la cabeza de puente a mediados de noviembre.

En las operaciones acometidas contra los escoceses en las fronteras septentrionales del reino, los ingleses se vieron hostigados con frecuencia por la falta de carros y, por ende, por el hambre. Todo apunta a que costaba aprender las lecciones que se recibían en el terreno de la intendencia.

La necesidad de animales, carros y carretas se encuentra estrechamente ligada al aspecto fundamental de la intendencia, siendo así que al ofrecer transporte permitían la distribución de alimentos. Sin vehículos de ruedas ni bestias no podía haber provisiones de boca, a no ser que llegasen por agua o se compraran, robaran u obtuviesen por otros medios en el lugar en que se hallaran las tropas, junto con los vehículos necesarios.

Forraje y víveres aparte, los caballos ocupaban siempre el primer lugar de los bienes saqueados por los ejércitos, y si el hambre era mucha, los seguían las cabezas de ganado. Sin embargo, ninguna hueste necesitada habría hecho ascos a un buen carro: un verdadero tesoro para su tren de aprovisionamiento. Entre 1581 y 1582, cuando pasaron por el municipio español de Antequera, los mercenarios alemanes del rey robaron 350 bueyes y 150 carros para su bagaje. Más tarde devolvieron 85 de las bestias, aunque no los vehículos[21].

Todo apunta a que había ciertas normas flexibles en lo tocante al número de carros que correspondía a determinada cuota de hombres o caballos. En medio de las guerras de religión de Francia, cierto contrato firmado por los hugonotes requería una carreta por cada cuatro o seis caballos, en tanto que los lansquenetes trataban de disponer de una por cada diez hombres. A principios del siglo XVII, un ejército podía tener uno de estos vehículos por cada 15 soldados, y entre dos y cuatro caballos por carro. Los 24 000 combatientes que participaron en la campaña de 1602 de Mauricio de Nassau marchaban con un tren de 3000 carretas: una por cada 80 hombres.



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